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Tercera edad | |||
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Ocho de cada diez mayores de 65 afirman que les gustaría volver a estudiar, pero pocos lo hacen |
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Por Virginia González | |||
Consejos para quienes deseen convertirse en estudiantes tras su jubilación |
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Jubilarse no debería significar que uno ya no tiene otra cosa que hacer más que ver la tele o dar paseos. El fin de la vida laboral puede ser el mejor momento para iniciar o retomar los estudios con el fin de elevar la autoestima, tener expectativas y prevenir el deterioro biológico, mental y físico. El número de personas que vuelven a la universidad una vez alcanzada la edad de retirarse no deja de crecer, aunque todavía es minoritario. La mayoría cursan estudios no oficiales, pero un tercio de estos estudiantes de más de 65 se matriculan en programas de grado, doctorados y másteres; o sea, en estudios oficiales a los que tuvieron que renunciar durante su juventud y que ahora retoman una vez libres del horario laboral y sin las exigencias de la conciliación familiar. Ventajas que pueden reportar a nuestra vida el seguir estudiando tras la jubilación: A estas alturas, no se trata de formarse en ingeniería industrial porque tenga mayor salida laboral, sino en estudiar algo deseado, en un campo que apetezca conocer más a fondo, en esa asignatura pendiente con la que siempre se ha soñado. Ya sea un curso de unos meses de fotografía o pintura o un grado de varios años en Filosofía, lo importante es que sea del agrado del estudiante. Además, siempre hay que encontrar algo que guste en lo que no gusta. Todos los estudios tienen asignaturas odiosas, hay que procurar encontrar también el lado positivo en lo negativo. Si uno se siente fascinado por el funcionamiento de los seres vivos, pero es negado en matemáticas hasta el punto de que no sabe hacer una regla de tres, será mejor que no elija un grado en Biología. Por ello, lo mejor es plantearse metas que sean alcanzables para no desanimarse. No conviene pensar en graduarse nada más comenzar, sino en hacer el primer curso y luego ya se verá. Contemplar todo lo que queda hasta llegar a la cima es más desmoralizador que alegrarse de la etapa recorrida cada día. Es posible que ahora que hay más tiempo libre y cuando las circunstancias lo uno quiera viajar, ver más a los nietos, hacer más ejercicio... o bien que tenga obligaciones domésticas, de cuidado de otras personas, etc. Si el plan de estudios requiere pasar ocho horas al día ocupado, quizá sea mejor replantearse algo menos exigente o tomarse más tiempo para llegar a la meta. Tener que acudir a un lugar muy alejado, o con un horario que exija madrugar demasiado son inconvenientes que pueden desmotivar al alumno y llevarle a abandonar la idea inicial. Antes de decidirse por algo, hay que evaluar los inconvenientes y barajar las mejores opciones. Cuando uno o una decide estudiar, debe hablar con los suyos para explicarles que es una decisión importante, meditada y que no le gustaría apearse del tren antes de llegar a su destino. Hay que pedir comprensión, colaboración y respeto. No es posible competir con estudiantes de 20 años y ni siquiera es deseable compararse con nadie. Conforme avanza la vida, disminuye la capacidad de atención, de concentración, de retención... Se necesita más tiempo y mayor dedicación. Conviene aceptar que no pasa nada por tardar más, sacar una mala nota o repetir curso; no hay prisa. Un efecto principal de estudiar es el incremento de la autoestima. Sentirse capaz de superar retos genera satisfacción y, consecuentemente, facilita las relaciones. Contar con una buena red social en calidad y cantidad contribuye al bienestar de las personas y a un mejor envejecimiento físico y mental. Una cosa es lo rejuvenecido que se sienta uno al volver a estudiar y otra la realidad. Es posible que haya dificultades de visión o déficits auditivos, una incipiente artrosis que ralentice tomar apuntes... Todo eso hay que contemplarlo y poner solución a medida que aparecen los problemas; no ignorarlos ni disimularlos. Está muy bien cumplir con las obligaciones, estudiar, hacer los deberes, no perder clases..., pero esporádicamente puede surgir un plan mejor. No conviene negarse. Toda regla tiene sus excepciones. Si el trabajo de cada día va a ser estudiar, conviene adoptar el hábito organizando un lugar adecuado, lejos de distractores como la tele o el teléfono, etc. Otro factor a favor de seguir formándose es que la brecha digital por razones de edad está disminuyendo rápidamente. Si en 2018 el uso de Internet en personas de 65 a 74 años era de un 40 %, el pasado año era ya de un 63 %. Y no solo internet, el uso de ordenadores y tablets cada vez está más generalizado por lo que el uso de nuevas tecnologías en los estudios no debería de ser un problema. La recompensa será más dulce cuanto más cueste conseguirla, pero tampoco hay que torturarse. Si bien no hay que abandonar a la primera, en los momentos duros conviene reflexionar con realismo sobre los objetivos y el camino para alcanzarlos. Conseguir una buena nota, pasar de curso, adquirir una nueva habilidad o destreza son hitos en la formación que deben celebrarse con los compañeros, los amigos, los allegados y con uno mismo. Los esfuerzos merecen un premio. No hay que olvidar gratificarse después de un trabajo bien hecho. Cada uno sabe qué le gusta: comprarse algo, abrir una botella de vino, preparar una cena especial... |
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